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«Fabulosa»: La Leyenda del Cañón del Indio

Esta historia no es historia y, sin embargo, desde hace siglos se acuna en la memoria de antiguos pueblos del noroeste argentino.

Debido a la gran repercusión que tuvo la LEYENDA publicada el año 2022, es que por pedidos y nuevos comentarios positivos de ella, decidimos reiterar esta publicación. Que la disfruten.

Por entonces, en Piamwalá, extenso poblado de las estribaciones occidentales de la actual Catamarca, cierta tarde, habría regresado corriendo desde Batungasta un joven guerrero llamado Hakán

Dicen que Wuayra sopló fuerte aquel día y que del pecho le brotaba un grito inquieto:

—¡Shiiiiihjihhhhuuuussssjs! ¡Únicamente el zonda podía igualarlo!

Nadie olvida que, al oírlo, los nativos, la jauría y hasta las pretéritas rumis, hubieron de atemorizarse. Hakán, exhausto y tembloroso, (distante del alborozado y temerario arquero pretendido por las más hermosas doncellas) habría de derrumbarse a la entrada del camino principal. Y sin fuerzas ya para dar un sólo paso más vociferaría a los cuatro rumbos, espantado:

—¡Ahí vienen, ahí vienen para esclavizarnos! Poseen pechos de plata y filos de muerte.

Los ojos del pueblo lo observaron perplejos: el temor más temido se aproximaba al milenario pueblo: los pechos de plata y filos de muerte iban por Piamwallá. Se dio la señal de alerta. Entre lágrimas y con un nudo en la garganta los hombres y las mujeres apiñaron niños y ancianos, embolsaron algarroba, maíz y cuánto pudieron, además de puyos y uno que otro viejo mortero.

El sinchi Sayani, admirado por su valor y nobleza fue quien organizó la marcha junto a Urpi, leal esposa que cargaría a la pequeña “Killay”, hija de ambos; debían alcanzar las estribaciones del Guanchín cuánto antes.

Las rumis, cinceladas por sus propias manos, los verían marchar, enmudecidas y mustias, bajo las estrellas que conducían el paso de la muchedumbre en el impensado destierro. Se dice que hasta Wayra los acompañó. Los invasores no dejaban de agitarse como serpientes de lumbres a lo lejos; los gritos de los cautivos y el chasquido de los látigos se elevaban por encima de los cerros.

Durante la marcha, Hakán, recuperado, cual insigne guerrero y aliado del sayani, hubo de disponerse a su diestra. Ambos llevaban lanzas, arcos y flechas, aunque los pechos de plata disponían de bestias enormes que superaban cualquier resistencia y se movían a paso de suris.

—Los pechos de plata reían en tanto acuchillaban a nuestros hermanos, insistiría Hakán.

Al recordarlo, los ancianos detenidos a descansar, expusieron ante Sayani que preferían el filo de las espadas a seguir retardando la marcha.

—¡Sinchi!: sólo de esa manera los niños y las mujeres tendrán más oportunidad, dicen que señaló Atuk, el viejo. Ni Urpi, ni sinchi Sayani, ni el audaz Hakán, se pusieron de acuerdo la noche última, en que la gran estrella, (seguramente “Antawara”) les marcase el pasaje.

—Ya no habrá “Tupac”, ni “cusi”, ni “suyana”, murmuraban entristecidos, los ancianos. Tal vez fuera esa la razón por la que desde las penumbras Sayani se enderezaría como tigre embravecido para decirles que callasen, que asustaban a los niños, que un fiambalao… Al parecer, en aquellos instantes de incertidumbre, Wayra, volvería a presentarse:

—¡Shiiiiiiiihjjihhhhhhuuuussssjhh!

Trepaba y descendía enloquecido por las laderas: –“¡No se detengan, los pechos de plata están a menos de una legua…!”

En la inesperada instancia en que “yuria” también prorrumpía hacia el poniente, Sayani, haría lo propio hacia las heladas aguas del Guanchín. Fue entonces, aseguran: con la mirada esparcida en las alturas y al amparo del resplandor de “Killay” nació la invocación a la deidad de la tierra:

—¡Nuna Inti Pachamama! El grito repiquetearía entre las milenarias paredes, sus dioses parecían haberlos abandonado…

Increíblemente, segundos después, desde la cerrazón, un trueno inesperado hubo de brotar desde las estrías de El Loro Huasi. El rugido de la tierra daría paso al desfiladero, abriéndose hacia el sur, cubierto de tierra, retamas y vientos de mil memorias.

Nadie dudó nunca que fue “Quyllur” quien señalaría el pasaje en la montaña…

Sería lo último que se sabría de los fiambalaos. Porque, ante los ojos de los conquistadores que comenzaban a llegar, cuales perros ávidos, consternados y ateridos, los tres hijos de la tierra lograrían convertirse en piedra por voluntad de La Pachamama.

Aquel amanecer nacería “El Cañón del Indio, entre El Guanchín y Loro Huasi, en el oeste andino de la actual Catamarca, férreo testimonio del inescrutable amparo divino a los fiambalaos.

Quienes logren aventurarse entre los intrincados corredores, (si Tupac y La Pacha lo permiten, claro) aún pueden apreciar al valiente Sayani junto a Urpi, perpetuando el beso de dos valientes amantes.

Como le dije, esta historia no es historia y, sin embargo… El Cañón del Indio existe, como los estoicos guardianes de “los fiambalaos”, que perviven en cada roca y retama, en cada aliento de El Zonda, y en cada zumbido de las alas del cóndor brvío, hasta el fin de cualquier tiempo cuando no del tiempo mismo.

Para El Diaguita, por el Escritor Guillermo Antonio Fernández.

GLOSARIO

Piamwallá: voz cacana (Lafone Quevedo). Significa “penetración a las altas cumbres”

Batungasta o Watungasta: (Gunard Lange, 1889) y Lafone Quevedo (1890). Antigua ruina indígena ubicada al sur de Fiambalá, conocida también por haber sido escenario de una escalofriante matanza

Hakán (quechua): brillante, esplendoroso

Rumis (quechua): piedras, rocas

Sayani (quechua): Yo me mantengo en pie

Sinchi: jefe, caudillo, fuerte, valeroso, esforzado. Dícese del jefe de un pueblo o comunidad

Urpi (quechua): paloma

Killay (quechua): mi lunita, hierro, metal, que tiene el color del hierro (nombre de bebé o pequeño)

Wayra: (quechua): viento, veloz como el viento

Antawara (quechua): estrella cobriza

Atuk (quechua): zorro, astuto como el zorro

Cusi (quechua): alegría

Suyana (quechua): esperanza

Yuria (quechua): albor, amanecer

¡Nuna Inti Pachamama! (quechua): invocación al espíritu del dios sol y la diosa tierra

Inti (quechua): sol, dios supremo de los Incas

Tupac (quechua): y su variante tupak: realeza, noble, magnífico, brillante. Es un nombre usado por los líderes incas, se lo familiariza con la deidad

Quyllur (quechua): estrella, estrella del amanecer, lucero

Pachamama: el término Pachamama está formado por dos palabras de origen quechua: “pacha” que significa mundo, tiempo, universo y lugar, y “mama”, madre. La Pachamama es la diosa de la tierra, la que concibe la vida, la madre protectora que protege, nutre y sustenta a los seres humanos. El primero de agosto es el día de La Pachamama adoptado por todos los pueblos originarios de Sudamérica y se le rinde tributo

Urpillai (quechua): mi palomita, mi amada.

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